El deseo es el sentimiento más irracional del ser humano, ya que normalmente no está cimentado sobre una necesidad vital. Esto lo sabía la serpiente que a su vez convenció a la pobre Eva, que ya bastantes problemas tenía en El Paraíso, para generar la primera necesidad de mercado en el atolondrado Adán; ¿en qué estaría pensando éste?... Una manzana, un mordisco y el mundo había cambiado para siempre: acarrearíamos la culpa de desear lo que hasta ese momento nunca antes habíamos precisado. Pero la culpa es otra arma poderosa de marketing, si no, que nos lo digan cuando escuchamos: "Pero papá, si todos mis amigos lo tienen". Y es entonces cuando accedemos irracionalmente a comprar algo que ya teníamos, aunque mucho más caro, no vaya a ser que quedemos fuera del selectivo club de los que tienen lo último.

Una manzana; un mordisco y nuestro mundo habrá cambiado para siempre: Tú, Adán trabajarás la tierra, y ganarás el pan con el sudor de tu frente para comprar aquello que no te hace falta. Es paradójico que la persona que se apropió del logo y del arte de generarnos necesidades innecesarias haya sido un ateo.