La brutal agresión recibida, gratuitamente, por el señor presidente del Gobierno, aparte de la traicionera e inesperada actuación del menor que la ejecutó, denota que nuestra sociedad está sufriendo una radicalización inasumible en un régimen de libertad de opinión como el nuestro. La siembra del odio y la intolerancia produce estas siniestras consecuencias.

El agresor, perteneciente a una familia bien establecida en la capital de la provincia, carecía de motivos para perpetrar semejante brutalidad en la persona de nuestra primera autoridad política, que estaba haciendo campaña en su ciudad de Pontevedra. Por los datos que conocemos, el atacante, que tuvo la osadía de hacer gestos de triunfo después de perpetrar su cobarde agresión, seguramente tuvo una buena crianza, al abrigo de cualquier privación y con sus necesidades cubiertas, lo que indica que no fueron las privaciones o carencias existenciales las que motivaron su despreciable actuación.

Por su parte, el señor Rajoy reaccionó con ecuanimidad y templanza ante tan desmedido ataque, dando ejemplo del sosiego propio de la persona equilibrada que es. Esperemos que las autoridades judiciales tomen las oportunas medidas de acuerdo con la legalidad vigente, como no puede ser de otra manera.

Y los españoles, y más concretamente los gallegos, agradecemos al presidente los elogios tributados a nuestra sociedad, al calificar a los gallegos como gente seria y prudente, lo que le dignifica a él y nos honra al resto de los ciudadanos de Galicia, que deseamos al señor Rajoy el más pronto y completo restablecimiento.