Tras las elecciones, tras las infinitas promesas, tras las innumerables obra (pequeñas todo sea recalcarlo), rehabilitaciones, calles que se levantan y vuelven a levantar, señalización de vías, pintado de mínimos tramos de carreteras, plantación de árboles. Plantas decorativas preciosas y bellísimas, etc., llega el análisis tras la batalla por el voto.

Ourense, 20.000 habitantes menos en quince años, 25.000 parados (así de duro y trágico), emigrantes, tanto en el exterior como en interior en números casi desconocidos, 20% de población joven en paro, cooperativas con el 60% de sus socios por encima de los 65 años, tejido industrial inexistente, y así podríamos seguir y seguir.

Tras las elecciones nos preguntamos cuáles eran y en qué consistían las "recetas" (hay que ver que bien suena lingüísticamente este término, sin duda como elemento para el despiste, correcto y apropiado), y nos encontramos con términos tan vacíos (por no calificarlos como insultantes), tales como, "crear empleo, crear riqueza, autoempleo, aumentar consumo privado. Vías de comunicación, subvenciones, etc., etc.", y todo ello se reduce a una sola palabra, la nada.

Este término abarca todo el populismo con que nuestros representantes elegidos, así como los no elegidos, nos vendieron (nunca mejor dicho) en sus programas, sus prebendas, sin darnos casi cuenta de que, en definitiva, estos diversos circunloquios que nos regalan los oídos estaban vacíos de contenidos, de ideas, de proyectos, de futuro en una palabra, de visión y estructura de futuro.

A día de hoy, los datos económicos de Ourense (al igual que el resto de nuestra querida y paupérrima Galicia), resultan alarmantes, por no decir sin visos de futura recuperación, dada la situación actual. Si a los datos indicados inicialmente, sumamos el nivel de contratación, el índice de paro, el empleo que se crea, la edad media de la población (por la cola en el índice de España), los salarios (remarcar, los más bajos de España), las pensiones, ídem de ídem (sobre estas últimas, algún lumbreras lo achaca al tipo de cotización, régimen agrario, predominante en Galicia, y me digo, será entonces que Castilla-León, Castilla-La Mancha, Andalucía, etc., etc., son potencias industriales punteras en Europa, menudo argumento), el panorama, concretarlo como aterrador, resulta optimista.

Mención aparte merece el término recuperación, que algunos intentan, una vez sí y otra también, insuflarnos en nuestras mentes proclives al optimismo con noticias tales como mejora en sector servicios, creación de empleo en sector servicios, y perdonen mi pobre interpretación, pero cada vez que se toca este tema mi mente viaja al sector automovilístico y sus denominadas empresas auxiliares, que supone que cuando la madre raíz, esto es, la automoción falla, el sector auxiliar se cae; y ante esto, cuando se reitera el término sector servicios me pregunto de forma indocta ¿la economía del ciudadano para mantener este sector de dónde puñetas sale, de dónde narices surge? (perdón por estos términos, nacen de la impotencia); ¿ sector industrial?, carecemos; ¿sector agrícola?, en crisis permanente; ¿sector lácteo?, fuera de cuotas; ¿sector pesquero?, (aquí salimos del término geográfico Ourense, traspolamos a término geográfico Galicia), en desmantelamiento y desguace (eso sí, con preceptivas indemnizaciones).

Y así, la vida en esta nuestra provincia sigue su lento caminar en el tiempo. El ente abstracto de la recuperación existe, según algunos, se desconoce dónde (no en estos términos geográficos denominados Ourense), pero ahí están las insignes mentes políticas, unas elecciones más, vendiendo su humo revitalizador de masas, mientras esta pobre provincia, este país languidece, sin darnos cuenta, sin sentirlo, sin apreciarlo, sin protesta alguna.