Recuerdo un artículo magistral del entonces cardenal Ratzinger, hoy Papa emérito, sobre los peligros de la humanidad y especialmente de la gente joven, de querer alcanzar la mística: estado de plenitud, seguridad, de enajenación, de dominio, sin pasar por la ascética: el duro combate contra el mal y las propias pasiones de la carne, del poder, de la riqueza, del yo. La gente tiene prisa y quiere experimentar el estado místico, sin esfuerzo. El sabio Ratzinger señalaba tres atajos muy peligrosos que me parece oportuno recordar:

1. La droga: ensoñación de plenitud, dominio, control, placer, huida de la realidad en muy poco tiempo.

2. El nacionalismo exacerbado.

3. El terrorismo: con cuatro rifles y un poco de C.4 puedo cambiar un Estado, un modo de vida, sin ejército, sin reglas de guerra y paz. También el terrorismo intrauterino: yo decido, yo corto la vida, la consecuencia de mis acciones, porque decido yo.

San Agustín, al ver a un borracho alegre y optimista, exclamó: quiero ser ese, pero sin haber bebido. No hay atajos, con el tiempo se da uno cuenta de que la primera reforma empieza por uno mismo, con la ayuda de Dios. Es urgente transmitir a la gente joven una cultura del esfuerzo, de las virtudes en su mejor acepción clásica y cristiana. No olvidemos que los atajos son atajos y suelen acabar en precipicios.