Publicaba Faro estos días atrás un extracto del nuevo libro de Alfonso Armada, "El Celta no tiene la culpa", en el que él cuenta algunas de sus experiencias como colegial. Entre estas experiencias parece destacar que si él no se hizo creyente, y que si no le alcanzó la fe, se debía precisamente a las enseñanzas del colegio religioso al que fue. Sus palabras me han hecho recordar lo que también he oído tiempo atrás de algunos de mis compañeros de colegio, que era igualmente un colegio de ideario religioso. Por eso, quisiera preguntarle ahora a don Alfonso lo mismo que yo les pregunto a mis excompañeros cuando les veo: ¿Se hubiera hecho entonces él un cristiano de fe habiendo estudiado en un centro laico? Evidentemente, todos sabemos la respuesta, y el primero don Alfonso.

Somos muchos padres los que queremos que nuestros hijos adquieran conocimiento de la religión cristiana. El mismo interés que pareció tener también el padre del señor Armada, aunque ahora parezca que su hijo se lo recrimina y echa en cara. Pero en todo caso hay una cosa que solo es competencia de cada individuo, y esa cosa es la fe. La fe no se lleva en los genes, ni se hereda, ni se enseña, y mucho menos se impone. Es labor de cada uno buscar a su Padre Creador. Hay a quien no le interesa buscarle o preguntarse por él, pues muy bien, que no lo haga, pero debe aceptar que otros sí queramos, y también que haya gente que se dedique a enseñar el camino.

Por razones laborales he llevado a mis hijos a cuatro colegios distintos, en España y en el extranjero, y conocemos en nuestra casa todos los tipos de enseñanza posibles, y he de decir que si en algún sitio hemos encontrado un respeto máximo por el alumno y preocupación por su futuro, ese sitio ha sido precisamente el colegio en el que don Alfonso estudió. Yo particularmente creo que su padre acertó plenamente llevándole allí, aunque su hijo haya abrazado al final otra religión, la tan extendida como adorada del fútbol.