Érase una vez un país en el que su presidenta era una mujer y en el que las posibilidades eran las mismas independientemente de si portabas cromosomas xy o xx? ¿Bonito, verdad? No obstante la realidad es que aún podemos encontrar definiciones como esta en el diccionario de la RAE, en el que La cancillera de una nación se convierte en una cuneta o canal de desagüe en las lindes de las tierras labrantías, o una mujer es una persona del sexo femenino, que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia.

O que femenino es sinónimo de débil, endeble. Esta última definición está claro que lo ha escrito una persona de sexo masculino. Varonil, enérgico, según la RAE, que nunca ha tenido que parir.

Por mi parte, a mí me ha tocado disfrutar de este momento dos veces mientras estaba atónito ante la "supuesta debilidad" de mi mujer.

Como todo cuento este relato debiera tener un final feliz en el que "los malos"; esos, que maltratan y asesinan a sus parejas, considerasen que la persona con la que conviven es un igual con las mismas capacidades, los mismos derechos y las mismas responsabilidades compartidas.

Mientras esto no ocurra en los hogares, en los trabajos y en los colegios, estas líneas seguirán constituyendo un cuento más.