Si el Señor reinara, otro gallo nos cantara. Él quiere, pero nosotros no le dejamos, y así navegamos por este proceloso mar del mundo: "viento en proa".

El pasado domingo, último del año litúrgico, los cristianos celebramos la solemnidad o fiesta de Cristo Rey del Universo. En la proclamación del Evangelio de la Santa Misa de ese día, contemplamos al Señor, maniatado como un culpable, respondiendo al interrogatorio del gobernador Pilatos: "Yo soy Rey, pues para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad". Pero ¿cómo podremos entender esta respuesta, si antes le había dicho que su reino no era de este mundo? También había enseñado a sus discípulos, entre otras peticiones del Padrenuestro: "Venga a nosotros tu reino". Podríamos decir, interpretando sus mismas palabras, que el Señor no es un rey de "armas", sino un Rey de "almas". Su reino, como bien dijo a Pilatos, es un reino de verdad, que se opone a toda clase de mentiras, engaños, hipocresías, errores, ignorancias -de las que el demonio saca tantas ganancias-, etc. Su reino es también un reino de vida, santidad, gracia, justicia, amor y paz. En fin, este tema tiene mucha tela -hablando en buen castellano, tiene muchos valores-, como para vestirnos a todos, y así andar bien "guapos" por los caminos de la vida hasta el Reino eterno.