No son los únicos que existen, pero existen, hay más dramas que el suyo, pero el suyo lo es. A menos de un mes para las elecciones en una España que en su mayoría se desangró en rabia por la salvajada del Toro de la Vega o lloró lágrimas de fuego por la del Toro de Medinaceli, en la misma donde mucha gente no se podía creer que se lanzaran aves vivas "codornices a tubo", con cañones para ser abatidas por cazadores ni que alguno de éstos, involucrado en casos de violencia de género con muerte conservase su licencia de armas a pesar de estar bajo tratamiento psiquiátrico, la brutalidad con animales en festejos o deportes y la impunidad legal con la que actúan y se libran los simples maltratadores, no son más que anécdotas en los programas electorales, a veces ni eso, y como mucho una pregunta perdida en un plató de televisión entre cien problemas, reales, sí, pero que no pueden hacernos olvidar que la crueldad con animales es otro y muy grave, por continua, porque a menudo se paga con dinero de todos, por absurda y primitiva, por ser caldo de cultivo de actitudes violentas hacia otro tipo de víctimas o un nefasto ejemplo para los niños. Y porque constituye una lacra que duele y preocupa a inmensidad de ciudadanos que esperan de sus políticos también un poco de empatía hacia los que nunca podrán votar.