Haidar es un niño libanés, de apenas 3 años de edad, que previamente al viernes negro de París vivió su particular jueves negro, perdiendo a sus padres en un atentado con bomba en Beirut. Conmocionados por los atentados de París, fuimos muchos los que nos adherimos a Je suis Paris y cambiamos nuestras fotos en los perfiles de facebook y whatsapp. Francia se declaró en guerra y bombardeó sin piedad Raqqa, la ciudad bastión del EI. Parecía una secuencia lógica, si no fuera porque Raqqa es una ciudad donde habitan casi medio millón de civiles, víctimas inocentes del terror del EI primero, y de los bombardeos de la aviación rusa y francesa después; familias enteras que viven atenazadas por el horror de la guerra. Los vecinos del barrio parisino de Saint Denís declaraban haberse despertado el pasado miércoles de madrugada en medio de una guerra; ellos mejor que nadie pueden aproximarse al terrible día a día de cualquier sirio, afgano o libanés, ya sea por la sangrienta actuación de grupos militares, paramilitares o terroristas. Je suis corre el riesgo de convertirse en una frase vacía, hueca, que suena bonita pero que no transmite la solidaridad y la empatía pretendidas. Haidar pregunta incesantemente a su tía cuándo vendrá su madre a buscarlo; será muy difícil para ella explicarle que su madre no volverá jamás, y más aún que intente comprender por qué la ha perdido para siempre por la sinrazón del terrorismo.