Mi buen amigo Fernando ha llegado a ese momento en la vida en que corre contra el reloj para evitar que el tiempo le alcance. Esto requiere de tesón y esfuerzo: la bici, las medias maratones, el gimnasio. Y todo, cuando sus incontables deberes laborales y familiares le dejan un resquicio a horas intempestivas. En esa abnegada carrera para demostrarle al tipo del espejo que ves cada mañana, y que cada mañana reconoces menos, que aunque las canas y las arrugas te delaten en los locales de moda, aún estás en disposición de ganar una carrera a cualquiera o de levantar tanto peso como el que más. No deja de ser una falsa ilusión: gracias a Dios el tiempo ha pasado, a veces para mal y otras para bien, por más que le robemos segundos al cronómetro y aumentemos los kilogramos en las pesas. Y esto es una ley inalterable para mujeres y hombres que recurren a la infinidad de tiendas de runing, bicis y gimnasios? que proliferan por todas partes, como otra nueva burbuja mercantil, adaptándose a los horarios más increíbles: ¨¡Un sacrilegio!¨ Claman los más viejos del lugar, que ven atónitos cómo la sesión vermut del domingo se transforma en una sesión de abdominales.

Mi querido Fernando, te admiro. Por ello te digo que no dejes de correr engañando al reloj de la vida. Al fin y cabo si este va ser uno de nuestros pecados, seguro que será el menor y el más saludable.