La justicia emana del pueblo. No pretendo hacer creer a nadie que este enunciado tan concluyente es de mi cosecha. Podemos encontrarlo en el artículo 117 de la Constitución.

Además de este párrafo, figuran aquellos que hacen mención al Poder Judicial y a sus integrantes, es decir, los jueces. Éstos últimos, además de independientes, administran justicia en nombre del Rey y sometidos únicamente al imperio de la ley.

Esto y mucho más, lo contempla la Constitución española, pero, del dicho al hecho, hay un gran trecho, porque la influencia de la política y el poder ejecutivo en la justicia, es a cada paso, más alarmante.

Aquel modelo de magistrado modélico con gran conocimiento jurídico, fiel a unos principios basados en la cautela, sensatez e incluso clemencia, se está extinguiendo. El motivo es obvio, es una rémora para el poder político al cual no le vienen bien aquellos jueces que instruyen al "gusto de la gente", de ahí que sean relevados por otros menos discretos que interpretan la ley bajo sus criterios particulares.

El juez no solo debe parecerlo, tiene que ser imparcial. Sirva de burla aquella viñeta del noticiero, en el que un juez preguntaba a otro: ¿Y tú qué eres, un juez independiente de derechas o un juez independiente de izquierdas? La viñeta, además de chiste, es el mensaje de una sociedad que no debe permitir jamás la pérdida de independencia e imparcialidad de sus jueces, porque la justicia emana del pueblo.