Una vez que los políticos nos han intentado vender el aborto como un derecho, ahora le toca el turno a la eutanasia. La concepción de la vida humana en que se inspiran los defensores de la eutanasia es fundamentalmente la misma que la de los defensores del aborto: el menosprecio de la dignidad humana. En ambos se recurre a la manipulación del lenguaje: "interrupción voluntaria del embarazo", "muerte digna", "muerte dulce" que endulzan los oídos pero hielan el corazón.

Es una obviedad que todos tenemos derecho a morir de una forma digna -como es una obviedad que todo ser humano tiene derecho a nacer-,pero la eutanasia consiste en matar al enfermo y los médicos están para curar y no para matar. Cuando no es posible curar, existen unos cuidados paliativos. España carece en la mayoría de sus hospitales públicos de unidades de cuidados paliativos, que humanizan el proceso hasta que sobrevenga la muerte. Hay que eliminar el sufrimiento humano, pero nunca al ser humano que sufre, porque es este y solo este el que posee dignidad. La mejor forma de ayudar a una muerte digna es procurar una asistencia llena de afecto y de generosidad.

El enfermo terminal es un ser humano dotado de la misma dignidad que una persona sana; causarle deliberadamente la muerte es un crimen, la mayor parte de las veces cometido bajo el pretexto de la compasión.

La compasión ante el sufrimiento puede dar lugar a una falsa compasión para sacarse una carga molesta de encima, lo que conllevaría a matar, sin su consentimiento, a personas que nunca tuvieron la intención de acelerar el fin de su vida.

Negarle la alimentación a una persona conduce irreversiblemente a la muerte; retirarle la alimentación a un enfermo terminal conduce a matar a un ser humano de hambre. La alimentación ha de ser suministrada a todo paciente aunque sufra una enfermedad incurable y esté en fase terminal. No se deben utilizar medios desproporcionados ante una situación de muerte irreversible -encarnizamiento terapéutico-, pero sí se deben utilizar medios ordinarios -sedación, alimentación-.

Cuando un ser humano está ante un desenlace irreversible, un médico honesto y no ideologizado -lamento tener que puntualizar esto- no debe prolongar artificialmente con medidas terapéuticas su vida, pero nunca suspender su alimentación.

No se puede matar, pero sí se puede dejar morir naturalmente renunciando a terapias extraordinarias. Una cosa es "morirse" y otra cosa es "dejar morir de hambre".

Estamos asistiendo a una manipulación de la opinión pública con el objetivo final de vencer las reticencias que se puedan presentar en la hoja de ruta ya diseñada.