En Vilagarcía se nota el cambio climático pero no el político. Desde hace muchas décadas seguimos con el mismo sistema político y nadie está dispuesto a cambiarlo. Los políticos no quieren ceder ni abrir sus puertas al diálogo.

La oposición izquierdista le ha puesto a los populares un cordón sanitario y lo más curioso es que entre ellos no se entienden para encontrar un pacto. Desde el 15 de junio la ciudad se encuentra flotando sin rumbo.

La ciudad está encogiendo por el decrecimiento, pero aquí nadie se preocupa en trabajar para que la ciudad radie y pueda ir a la cabeza de la economía y llevar el brazalete de capital de Arousa. Lo que vemos es un hundimiento en el olvido, pues la historia se repite y no espera a nadie.

Se tendrá que abrir una brecha en el muro del gobierno local, para abrir las puertas al cambio de mentalidad y volver a reinventarse en su construcción de relación con los ciudadanos, pues parece que todos los partidos están clonados. Están acostumbrados a una determinada manera de trabajo, pero las circunstancias están cambiando.

Tampoco se dan cuenta que el vehículo político sigue siendo el mismo, por no haber cambiado la historia con el paso de los años.

La vida en esta ciudad transcurre lentamente y esto perjudica al futuro, pues no avanza lo suficiente, para sacar el máximo rendimiento. Todos los que se acercan a esta ciudad, se dan cuenta que ha quedado corta y ha crecido sin mirar al futuro por falta de ideas.

Ningun ciudadano sabe hacia dónde se dirige la ciudad, pues los muros del concello lo impiden. El sueño de la Perla de Arousa aún no ha llegado y tardara en venir.

Vemos pasar generaciones tras generaciones, pero nadie se atreve a forjar una ciudad para el futuro.