Don Martiño Noriega, alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Santiago de Compostela, haciendo uso del poder supremo que otorga el cargo, ha decidido suspender el convenio de ayudas a madres embarazadas a Red Madre y Asociación Centinelas.

Lamento que el señor Noriega se haya rendido al grupo de presión abortista y que se haya puesto al servicio del liberalismo, que encuentra en el aborto una gran oportunidad de negocio.

Ante la falta de argumentos razonables -ni siquiera han leído los estatutos de estas asociaciones- para proceder a la supresión de dichos convenios, solo queda una respuesta obvia: el sectarismo ideológico aliado con la misoginia. Señor alcalde, usted está para servir al pueblo y no para servir a las ideologías marxista y capitalista salvaje. Le invito a que actúe con la misma pasión a promover la natalidad en un municipio que si no fuera por la afluencia turística -que conlleva la presencia de su Catedral y de su Universidad-, estaría demográficamente bajo mínimos.

Desde que llegó al fascinante mundo del poder no ha dejado de provocar crispación así como de ejercer una actitud dictatorial.

Ahora bien, la gravedad de este último hecho va más allá del daño que pueda provocar cualquier acto político detestable, puesto que hablamos de discriminar a seres humanos, en concreto a mujeres embarazadas, que por ello no dejan de ser mujeres, pero con el plus de que llevan una criatura en su vientre.

En el doloroso tema del aborto solo caben dos posturas: estar a favor de la vida o en contra; lo demás es demagogia.

Para la mayoría de las mujeres embarazadas, el aborto es una salida siempre traumática que deja graves secuelas psíquicas y, en ocasiones, físicas. En nombre de los derechos humanos, le exijo que no convierta este drama de la mujer en un asunto ideológico. No se aleje de los ciudadanos -las mujeres hoy en día lo son- y póngase a la altura del cargo que representa. Me recuerda usted al pater familiae de Grecia o Roma que tenía plenos poderes para decidir sobre la vida o la muerte de sus hijos; en el S. XXI, la clase política ha de contribuir a erradicar la mayor esclavitud a la que puede estar sometida una mujer, el aborto.

Por favor, no desprecie a las mujeres embarazadas ni a esos seres humanos que llevan dentro; esos indefensos e inocentes seres humanos no son "de los suyos" ni "de los otros"; no entienden de ideologías. Porque sí, señor Noriega, tal como lo demuestra la ciencia y la razón, hemos de hablar sin manipular el lenguaje: son seres humanos, no son objetos. Perciba esta realidad del aborto no desde la óptica caprichosa de un gobernante sino desde la sensibilidad de un ser humano. No se oponga a que estas asociaciones -que admiten voluntarios- ayuden a mujeres que atraviesan por un momento de angustia por motivos económicos o de soledad ante el abandono o la presión del padre de la criatura. En estas asociaciones simplemente le dan una información objetiva y veraz: en qué consiste la técnica abortiva y sus riesgos, les describen las consecuencias psicopatológicas que entraña el aborto y les informan acerca de otras alternativas al mismo, como la adopción. Si finalmente, ellas, libremente, deciden abortar, sepan ustedes que no las dejan tiradas, como hacen sus verdugos activos o pasivos, sino que las acompañan en su soledad y en su posterior trauma.