Al escribir esta carta, queridos lectores, no penséis que lo hago desde la tranquilidad o con la intención de que Dios perdone al canalla, pues no es así.

La escribo desde el dolor que siente una mujer que acaba de perder a su marido y al padre de sus hijos. De este dolor prefiero no hablar.

Cuando suceden estas cosas en la vida, te encuentras con familiares que te arropan, se preocupan y se desviven por ti y, cómo no, con los amigos que fueron, son y serán para toda la vida. A todos ellos decirles que no me quedarán días de vida para darles las gracias. Pero después de los que consideramos normal, nos encontramos con el canalla.

Ese individuo, porque no se le puede llamar de otra manera, que cuando llegas a la oficina de la empresa donde trabajó mi marido a llevar el parte de defunción, no es capaz de decir un "lo siento" (eso sí, mandaron unas flores al tanatorio para hacer publicidad de su empresa). Ahora viene lo realmente fuerte, cuando tratan de engañarte, de mentirte y sobre todo de quedarse con un dinero que no les pertenece. Ingresan una cantidad de dinero a modo de regalo para ver "si cuela y te callas". Cuando le pides la última nómina y hacen todo lo posible para no dártela y no te enteres de cuál es la verdad. Una vez que ya tienes la nómina en tus manos viene el momento de volver a ver al canalla. Empiezo a decirle (yo a él) como tienen que ser las cosas; ahí la cara ya le cambia y recurre a la excusa más fácil, que es decir que fue un fallo de la gestoría y un montón de tonterías que ni él se las creía.

Entonces las palabras ya empiezan a cambiar por un "no se preocupe" y "a cada uno lo suyo".

¡Qué no me preocupe! Cuando ya las cuentas estaban claras, ¿qué creéis que pasó? Sí, el canalla lo volvió a intentar de una manera muy sencilla, con un simple gesto, un cheque, qué fácil si no fuera que el cheque estaba a nombre de mi marido.

A pesar del dolor que siento no podía permitir que un canalla se riera de un hombre que para la empresa fue un trabajador ejemplar, y ya no digamos como persona.

Nunca podría imaginar que existiera gentuza capaz de aprovecharse de un momento tan difícil y complicado. A día de hoy todo está solucionado y solo deseo que nadie pase por esta situación.

Esta carta la escribo por la memoria de un hombre que estará siempre presente en nuestras vidas. Mi marido, Manuel Álvarez.