Hay hechos que me hacen reflexionar. Asistimos a la entronización de la monarquía y ésta, ni corta ni perezosa, organiza un ágape para 2.000 comensales, inoportuno y pantagruélico por razones obvias, teniendo en cuenta el hambre en España.
Los de las rosas -como si tuviesen miedo a una involución- tiran al traste todas las ilusiones de muchos años de lucha, para amordazar a la democracia, demostrando que no es tal, sino un juego libertino al que no se le ve futuro.
El "sacrosanto" sistema heredado hace aguas por todas partes y no refleja las aspiraciones de un pueblo que no es soberano, no haciendo valer sus democráticas decisiones, como la imposición de un régimen impopular y trasnochado que nos lleva a más de lo mismo.
La abdicación urgente y misteriosa dio paso a la inmediatez de un traspaso de poderes que a los más avezados nos cogió infraganti por la rapidez; como por la declaración de intenciones.
Los sucesos se repiten y la investidura guarda paralelismo con lo que hoy acontece: una para dar salida al sistema y la otra para favorecer la casta. Esto privó al pueblo de su derecho a decidir lo que quiere; si opta por la continuidad o se decanta por la república.
Los partidos mayoritarios ya sabemos como respiran. Son lacayos de su proceder y demostraron y demuestran su devenir inmovilista, reaccionario e infiel a sus idearios.
Estamos indignados hasta la médula de asistir a estos atropellos a los que nos somete esta burda burguesía que todo lo que toca lo mancilla. ¿Qué hacemos con el cohecho, prevaricación, corrupción...?
Malos tiempos para la lírica; será así, pero las personas no merecemos tanto desencanto para "correr con los gastos" de la dejadez y la deslealtad a la que nos someten los "demócratas".
Tampoco vi con buenos ojos que el monarca entrante recibiese a los responsables de las víctimas del terrorismo con tanta prisa. Este no es un problema tan urgente, es un paso a ciegas, parece como si temieran una amnistía general.
Bueno, lo dicho. Tenemos el derecho a opinar sobre lo que queremos, máxime si tenemos la razón, que es lo último que nos pueden quitar.
Las próximas elecciones van a ser un exponente de lo que la ciudadanía demanda y va a haber muchas sospresa, si no al tiempo.
Estaremos preparados para asumir nuevas propuestas, sin fanatismos ni fantasías ni ambigüedades.