El momento más emotivo de la ceremonia de proclamación del Rey Felipe VI fueron las palabras que le dedicó a su madre, y que ella correspondió con un beso lanzado al aire. Las muestras de cariño y complicidad entre madre e hijo fueron patentes durante todo el acto. Doña Sofía miraba a su hijo con ojos de madre y es que, como ella siempre dijo, "pueden decir de mí que soy una persona corriente." Más allá de su excelente ejercicio de reina, que supo cautivar a todos los españoles, Doña Sofía es madre y abuela. Su hijo siempre encontró en ella su mayor apoyo; él siempre fue la sangre que fluía y hacía vibrar su corazón maternal.

Nunca descuidó la educación y formación de su hijo, que hoy lo convierten en uno de los reyes mejor preparados. De su madre heredó su humanidad, afectividad -que demostró con sus hijas en el acto de proclamación-, cercanía y sensibilidad. Doña Sofía siempre quiso estar al lado de los que sufrían, consolándolos y dando grandes lecciones de generosidad y entrega. Una parte importante de su trabajo lo dedicó a la Fundación Reina Sofía -para la ayuda al Tercer Mundo- y a la Fundación Ayuda contra la Droga.

Especialmente emotivos fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. El día de la inauguración se abrió su corazón y no quiso ni pudo ocultar el orgullo de ver desfilar a su hijo. "Estoy enamorada de mi hijo", comentaría años después durante la celebración de una regata.

La proclamación de su hijo es la verdadera corona a la entregada y discreta vida de una mujer que desde un principio cautivó a todos los españoles.