El portavoz de los obispos, hijo de inmigrante, señaló hace unos meses que la desesperación de las personas que viven en la miseria más absoluta o en lugares donde hay guerras hace que se nos evoque en la conciencia una "sensibilidad especial" porque, como dijo, para la Iglesia, "la opción es para los pobres". Y es que "dramas como este no pueden ser enfrentamiento, sino una conjunción de humanidad para solucionar este problema", en referencia a los partidos políticos que tienen que unirse para poner fin a este drama.

Para Gil Tamayo, se trata de "un flujo que está buscando mejores condiciones de vida" y propuso que la respuesta no fuera "una política de contención", puesto que las medidas de control "no están dando resultados". En este sentido, subrayó que "el hambre no conoce fronteras" y que da la impresión de que "las medidas cada vez más duras y complejas" que proceden de la UE no evitan el sufrimiento de los inmigrantes. A su juicio, el bien común es el que ha de llevarnos "a los países de origen" y desde ahí, "impedir estas dramáticas consecuencias".

Porque, prosiguió, aunque "hay un derecho a la vigilancia en las fronteras", también hay que buscar formas en las que se dé un "respeto absoluto a la integridad física de las personas". "Es un deber absoluto", agregó. Y lamentó también que las mafias aprovechen "para seguir pisoteando los derechos de los inmigrantes", al tiempo que propuso pasar de "una Europa de la economía a una Europa de valores".