El caso de Velaí es de esos que hacen que algo se te remueva por dentro. No sé expresar con palabras lo que sentí la primera vez que la tuve en mis brazos. Sabía que se encontraba en un estado lamentable, estaba extremadamente delgada, deshidratada (necesitó tres semanas de suero para recuperarse), con una de sus patitas traseras colgando.

Una vez, siendo muy jovencita, mi abuelo me advirtió de que el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. A lo largo de la historia se han sucedido guerras y crímenes execrables al gusto de los humanos y que viene a confirmar la teoría del abuelo. Hoy, hay niños que, sin pasar hambre, no pueden alimentarse como es debido sin que todavía esto nos alarme demasiado.

Velaí, como muchos otros animales, fue víctima del lado oscuro del ser humano. Un lado oscuro en el que palpita un ser que, llegado el momento, es capaz de cometer los actos más despiadados sin mostrar arrepentimiento.

A Velaí, el destino, un macabro destino, la llevó a caer en manos de un cazador que la maltrató, la golpeó y luego la abandonó a su suerte mientras se debatía entre la vida y la muerte.

Lo que realmente me impactó cuando tuve entre mis brazos a Velaí, fue su mirada, esaba perdida, ausente. Sólo quería dormir y apenas respondía a estímulos. Ella no quería vivir. Se rindió al horror y a la crueldad de un ser humano despreciable que seguramente en la calle será un tipo corriente.

Dentro de su desgracia, mi Velaí, justito al borde la muerte, llegó a manos de la protectora de animales Os Biosbardos, un puñado de gente maravillosa que se empeñó en sacarla adelante y le proporcionó los cuidados y los mimos que nunca recibiera. Gracias a esta gente generosa y bondadosa recuperó las ganas de vivir. No quiero dejar de pasar estas líneas para mostrarles mi gratitud por ese trabajo voluntario y espléndido en pro de los más débiles, a los que esta sociedad les debe mucho, porque ellos son la solidaridad y sobre todo la dignidad que a muchos les falta.

Una vez mi abuelo me advirtió de que no me fiara nunca de aquellos a los que no les gustan los animales. Suelen ser seres, la mayoría, gente sin escrúpulos. Me advirtió que me mantuviera todo lo lejos posible de aquellos que matan por el placer de matar. Que disfrutan matando. De aquellos a los que no se les da la oportunidad de defenderse. Tanta frialdad no puede ser buena. Me pregunto hasta dónde podrían llegar. Cuál es para ellos la frontera infranqueable.

El destino es caprichoso, dicen, y a pesar de todo logra atraparte con malas artes. Hace un mes, tras un accidente en la zona de la plaza Elíptica, salió corriendo despavorida dejando atrás su collar y a mí, su dueña, desesperada y sin consuelo. Su negra sombra la despojó de nueva vida feliz y digna€ Nada volvimos a saber de ella. Un grupo de gente maravillosa que a diario me da todo su apoyo la buscó y buscó, de día y de noche, por casi todos los rincones de esta ciudad, sin éxito. Cada día me pregunto dónde puede estar. ¿Qué habrá sido de ella? Todos los días su ausencia me araña el alma.

Quiero con estas líneas, primero expresar mi agradecimiento a todos y a todas aquellas personas y asociaciones que no me han dejado caer; y segundo, para mandar una solicitud de ayuda a quienes puedan haberla visto. Es una podenca asustadiza pequeña de color marrón que cojea de una pata trasera.