"La esencia del poder es la arbitrariedad. ¿Quién temería a un gobernante que promocionara siempre a los mejores, que actuara con tal racionalidad que sus pasos fueran perfectamente previsibles, que se guardara los sentimientos y los caprichos para la alcoba, sin que trascendieran nunca a la escena pública, que fuera tan escrupuloso y recto en la aplicación de las leyes que no hubiera espacio siquiera para contestar sus decisiones? "Estas palabras constituyen el comienzo de un antiguo artículo de Josep Ramoneda y vuelven con mucha frecuencia a mi memoria: hoy es uno de esos días, desgraciadamente numerosos.

He conocido --con estupor, pero sin asombro- que el Consejo de Departamento de Lengua Española de la Universidad de Vigo ha decidido por nueve votos contra cinco no proponer como Catedrática Emérita a un miembro de ese departamento, a una profesora con un amplísimo servicio a la enseñanza pública y con cinco sexenios de investigación aprobados. Lo peor de todo es darse cuenta de que esa decisión era previsible, que era extremadamente improbable que personas con las características de quienes tenían que tomar la decisión adoptasen otra distinta: quizá no sea ocioso recordar que miembros aún en activo de ese departamento han visto anulados por los tribunales de justicia sus nombramientos como profesores doctores. La arbitrariedad colectiva --de un colectivo pacientemente construido-- no es menos grave que la arbitrariedad individual, y es especialmente repugnante cuando se ampara en la autonomía de la universidad, en la autonomía de los departamentos o en la "discrecionalidad técnica" de los tribunales de oposiciones. Todavía hay jueces en España y la justicia, la lenta justicia, acaba actuando, pero el tiempo es algo muy valioso cuando ya se tienen setenta años.

¿Qué hacer ante una arbitrariedad más en este tiempo de descontento? Protestar y decir a quien corresponda que no olvidaremos, que las víctimas cuentan con nuestro apoyo, que seguiremos a su lado y que permanecerá íntegro nuestro aprecio por su trabajo y por su persona; pero que hay algo que ya no nos es posible ofrecer: que empeore la opinión que tenemos sobre quienes han perpetrado esta decisión