La actual ley antiterrorista nos vende una protección épica ante bandas armadas, que silencia una importante realidad: entra en escena la posibilidad de condenar por mero pensamiento político. Una ley que confirma penas de cárcel por participar en un piquete informativo o por escribir canciones de rap basadas en el discurso del odio, que no tienen cabida en el estado democrático. Sí la tienen sin embargo todos los corruptos de la administración que roban a manos llenas e inducen al suicidio a los obreros. Cualquier joven que lleve a cabo una actuación contra la oligarquía corrupta está destinado a acabar en prisión, tratado como el peor de los homicidas, siendo la respuesta ejemplar de un estado autoritario que no respeta el supremo derecho a la rebelión: archivar en cajas de cemento a cualquier disidente que no acate una vida de miseria dirigida por herederos del franquismo; que reservan los indultos para proteger a quien no lo necesita, que prohíben el pensamiento libre, un derecho fundamental.

Mentira. La Constitución es insuficiente, anticuada, pero siquiera se cumple en su esencia: las estructuras que avala están heridas de muerte. La Constitución es mentira.

En medio de esta deriva parece desproporcionado responder a un contenedor quemado con penas de cárcel. Es humano que un chaval que mendigue en esta sociedad, sienta odio y se sienta en guerra.

Es humano que en ocasiones haya respuestas contundentes ante tanto agravio, tanto despojo de la dignidad desde los que sí están protegidos por las leyes. ¿Es la manera de reordenar una mente sepultarla a una vida de ultratumba? Nunca.

Pero se siguen silenciando a los presos que denuncian torturas. La represión imperaba en su día, la represión impera ahora, bien maquillada entre leyes presuntamente emitidas por un pueblo soberano, que no quiere a sus jóvenes durmiendo en el cemento, pero ve con impotencia cómo parece más trascendente el fútbol que el exterminio moral de sus hijos.

Solo un gobierno como el nuestro puede permitir que no se diferencie entre violencia contra las personas y violencia hacia las cosas: englobando en una palabra tan grave como el terrorismo comportamientos tan dispares como asesinar a un guardia civil y escribir una canción.

Y mientras, nuestros obreros en régimen FIES agonizan en su agujero de hormigón. Y ya si el príncipe visita la cárcel, se le enseñan los murales del patio. Y se le explica: no sufra, majestad, si salen con paro y todo.