Lo acontecido días pasados en Madrid clama al cielo. Acorralar a la policía no tiene nombre. En lo sucesivo vería con buenos ojos que utilizaran sus armas reglamentarias para defenderse de su cruel situación. Ni más ni menos, responder a la violencia incontrolada que desatan los revoltosos, impidiendo el acceso a la democracia y golpeando cobardemente a los pilares del orden.

Esto no se puede consentir. ¿Es esto un país incivilizado? ¿O qué? Estamos a merced de unos violentos escatológicos que recurren al terrorismo urbano para imponer su ideario trasnochado, servil y criminal. Para colmo de nuestra ciudadanía, figuran personajes de rebeldes gallegos, a los que hay que descabezar pronto, antes de que vuelvan a las andadas. Esto ya parece un país tercermundista, donde todo vale menos la vida.

El desacierto de los mandos policiales estuvo patente y damos gracias a Dios que la encerrona no fue a más, ya que pudo transformarse en una tragedia aún mayor. A estos "guerrilleros" hay que detenerlos y meterlos en la cárcel de inmediato, sin darles tiempo a respirar. Si no se hace esto se envalentonarán y jactaran de lo hecho. Malditos, pues porque vuestro proceder no conduce a parte alguna si no al horror y al odio.

Vuestro castigo es el de Ícaro.

"Si eres violento no tienes cabida ni un momento".