No me gusta en lo que hemos convertido la Educación Primaria. No acabo de ver la utilidad de dar un halo de juego y guateque a todo lo que se trabaja. No entiendo por qué se pierden horas y horas en trabajar fechas como el carnaval o las navidades y, por encima de todo, no me explico cómo se ha llegado a minusvalorar tanto los contenidos y el conocimiento.

Cuando busco una explicación a todo lo anterior solo alcanzo a vislumbrar una: la falta de formación del profesorado. Pero, ojo, cuando hablo de falta de formación me estoy refiriendo a ese afán de tapar las miserias formativas con cursillos de diez horas sobre pizarras digitales, materiales innovadores, técnicas motivadoras y demás "borralla". La formación de verdad, la realmente sólida, es aquella que aporta al individuo conocimientos suficientes como para poder enseñárselos a otros. Un maestro no puede serlo si no conoce qué es un soneto; no puede serlo si no sabe qué diseñó Juan de Herrera; está incapacitado si no puede decir quién creó la Casa de la Cascada; no podrá enseñar nada si no sabe qué es un radical libre; o nunca podrá comprender ni enseñar las matemáticas si no entiende la aplicación de la trigonometría en la vida real.

En oposición a esto, el maestro de hoy en día solo se interesa por qué fichas, qué materiales o qué app puede sustituirlo en su trabajo de enseñar.

Aún recuerdo cuando mis maestros nos contaban historias, nos contaban viajes y experiencias. De una clase de matemáticas te podías ir al mundo de Al-Jwuarizmi; o de una clase de ciencias naturales te transportaban a la experiencia de estar flotando el Mar Muerto.

Todo esto, lamentablemente, se está perdiendo. Lo estamos sustituyendo por formas avanzadas de juego, por una constante payasalización del conocimiento, de la historia, de las matemáticas, del arte€ Y el resultado, que lo vemos todos los días en aulas de secundaria donde los alumnos apenas saben leer (comprender) un texto o señalar su ciudad en un mapa de la España no nos preocupa en absoluto. Ybuscamos culpables en loes, lomces y logses cuando la verdadera y única culpable es la ignorancia y falta de preparación de, nosotros, los profesionales de la educación y de nuestro afán por taparla con contenidos arco iris.

Las soluciones, si me las preguntan, pasan por reformar urgentemente el acceso a la profesión docente, por exigir formación especializada, ya que, en mi opinión, el grado de maestro debe ser un complemento a una formación técnica especializada en cada área, cosa que, a día de hoy, no existe, ya que es un fin en sí mismo y, por encima de todo, pasa por que el maestro vuelva a recuperar el papel y la figura que tenía antaño y eso pasa, inexorablemente, por volver al nivel de formación de otros tiempos que, por cierto, no está reñido con saber manejar un iPad o una pizarra digital, cosa que hacen los niños de tres años perfectamente.