Los sucesivos intentos de reformar el siniestro sistema educativo que padecemos han sido siempre frustrantes. Cada vez peores resultados académicos, más abandono escolar, más analfabetismo y peor educación.

La nueva ley de educación tampoco se ve muy halagüeña. No hay propuestos cambios sustanciales, radicales, de fondo. Las modificaciones son superficiales, porque ni las tan denostadas "reválidas" que pretenden imponer, suponen mucha variación. Son unos exámenes más, que supondrán -eso sí- un poco más de esfuerzo por parte de los alumnos, pero no cambios significativos ni en los contenidos, ni en los métodos de aprendizaje.

No leo en el borrador de la ley ninguna referencia a la excelencia del profesorado ni al dominio de las habilidades didácticas, ni al dominio de los contenidos que se tienen que impartir, ni a cambios en los métodos de enseñanza y aprendizaje; ninguna referencia a la libertad de elección de centro, ni a la libertad de elección de lengua, ni al derecho de escolarización en el hogar, (que, total, para que el niño llegue a casa después de casi diez horas en el colegio y tengan sus padres que explicarle las lecciones, no vale la pena que esté perdiendo el tiempo en el colegio). Tampoco veo en la ley una propuesta para optimizar los trasnochados horarios escolares. (Díganse jornadas partidas y demás necedades que solo suponen un mayor gasto para las familias).

Creo que la mejor manera de mejorar la calidad en la enseñanza empieza porque los políticos, todos, centrales y sobre todo autonómicos, aparten sus manos del acceso a la cultura, a la ciencia y a la tecnología, y de esa manera los estudiantes podrán obtener una formación imparcial y de calidad, sin los consabidos tintes políticos que tantos disgustos nos están dando, empezando por la imposición de las lenguas cooficiales y siguiendo por la politización de los contenidos de todas las asignaturas (incluida la gimnasia).

Cambiar el nombre a los cursos y no cambiar los contenidos, ni el sistema de enseñanza ni de aprendizaje, ni legitimar el derecho a estudiar en español en España, es un absurdo que se hace para "que no digan que no hemos hecho nada". Pues vale, si ahora en lugar de EGB, lo quieres llamar Primaria, tú mismo. Y se creerán que habrán reformado algo.