Últimamente no dejo de leer noticias desagradables sobre nuestras residencias de ancianos. La más reciente la del celador de Olot, acusado de asesinar a varios ancianos, alegando que lo hacía como un acto de caridad, pues no los podía ver sufrir.

Ante esto, se puede interpretar que la justicia es una impresión subjetiva a la que se recurre creyendo que se está obrando correctamente.

Basándose en esto, algunos cuidadores y cuidadoras de ancianos, actúan libremente creyéndose los dueños del mundo. Pero para no caer en engaño, debemos saber que existe un protocolo muy específico y unas normas preestablecidas, que se deben respetar. Además, la profesionalidad del cuidador debe ir acompañada de dos ingredientes fundamentales: el cariño y la paciencia. Ambos de vital importancia y ambos la mejor medicina. Un cuidador áspero y carente de sensibilidad pierde mucho. No hace falte ser muy entendido para darse cuenta que un cuidador o cuidadora con este perfil no es el más indicado para dedicarse a esta profesión.

Es inaudito que en estos Centros de Mayores no se ponga freno mucho antes a determinadas conductas irregulares. Sorprende que se descubra el mal hacer de determinados cuidadores, al cabo de tantos años. Este tema debería preocupar más y no dejar que el día a día de los ancianos se convierta en un calvario. Todo aquel que observe irregularidades y guarde silencio, tiene que saber que está contribuyendo al sufrimiento de nuestros mayores y eso es muy grave.

Son demasiados los casos que están saliendo a la luz, pero el problema viene de atrás. ¿Para cuándo un mayor control? Son demasiados casos y muchos de ellos cercanos, en nuestra propia localidad. Habrá que estar vigilantes. Nuestros mayores se merecen un respeto y esta desprotección es intolerable.