Lo conocí en clase de francés. La profesora pulsó el play del magnetofón y al escuchar su voz me pareció un hombre cercano e intimista, dispuesto a transportarnos a un mundo utópico. De ojos penetrantes, cuando fijaba su mirada en algo era como si quisiera introducirse dentro, inspeccionarlo, comprenderlo. Hombre revolucionario a la vez que sosegado, transmitía energía al tiempo que serenidad. Quizá fuera nostalgia por cantar sobre lo que había y no se tenía o sobre lo que se tenía y se deseaba. Fue Le Métèque (el extranjero) en Francia, disfrutó de Le temps de vivre (el tiempo de vivir) con su Liberté (libertad), apuró cada minuto y luchó contra las injusticias con su voz y su guitarra. No quería Dire qu´il faudra mourir un jour (decir que hay que morir un día), pero ahora Il est trop tard (es demasiado tarde)€ Sin él se ha perdido un referente, un modelo a seguir en estos tiempos que corren. Afortunadamente, nos deja como herencia sus canciones, sus poesías y sus cuadros. ¡Cuánto debiéramos aprender para empezar a cambiar el mundo!

Aun así, nos deja un poco huérfanos, sin él me quedaré con Ma Solitude (mi soledad). DEP Georges Moustaki.