Algunas personas tienen la creencia de que bajando los impuestos se dinamiza la economía.

Su argumento es que al quedar el dinero en manos de los administrados cuando lo gastan crean riqueza. Deben pensar que cuando ese dinero va a la Administración se evapora sin dejar rastro.

España tiene una presión fiscal de las más bajas 31,4% frente al 38,8% de media Europea (Eurostat 2011).

Los gobiernos tienen la obligación de ser la fuente de la dinamización de la economía y necesitan la recaudación para devolverlo al ciudadano en forma de servicios o prestaciones. Cuanto más dinero tenga la Administración más empujará de la economía del país.

Por lo tanto, cuando subimos los impuestos lo que hacemos -hagámoslo bien- es detraer dinero de los que más tienen para inyectarlo en el circulante de la Administración para así poder realizar más prestaciones sociales dirigidas principalmente a los que menos tienen, sin que se volatilice o detraiga ningún capital de la economía del país. Solo hay un trasvase de dinero hacia la ciudadanía más desfavorecida.

Cuando el dinero se dirige hacia las clases más altas, una parte sin duda puede ir a parar a los paraísos fiscales, pero si se orienta a las más modestas, es incuestionable que retorna rápido al circulante.

Los impuestos son la forma de equilibrar las desigualdades sociales de las que esta sociedad está tan necesitada.

En la época Nixon-Bush se empezó con el sonete neoliberal de que hay que bajar los impuestos, así se hizo y así nos va desde entonces.