Nombrar Arbo y pensar en la lamprea es una realidad.

Estamos en "su tiempo", en el que los pescadores, aún con la crecida del Miño, son héroes que se juegan la vida. Submarinistas forzosos y atrevidos para llegar a las redes cubiertas y, peligrosamente, quitar las lampreas apresadas, buscando, con su pesca, alivio a su pobre economía.

No trabajan por un sueldo pues son "parte" con el dueño de la "pesqueira" del pescado logrado.

Adictos, "enamorados" de la lamprea, que aún siendo negra, negrísima, les gusta por rica... Vengan.

Los pescos, obra romana que tras las luchas con los muchos ejércitos que poblaban la Península, el emperador Augusto y acaso otros también, hicieron de Sela su vivienda, avalada por los restos de caminos y calzadas, y que hoy ancheados, dan paso a vehículos que nos surten de cuanto deseamos, sea lúdico o penoso.

Arbo, declarada la Fiesta de la Lamprea en el "Calendario Turístico Nacional" les espera en "su día" y en cualquiera que quieran comerla a "nuestro estilo", cocinada por expertos, años ha, en los varios "comedores" que tenemos.

Vengan, que vuelven, seguro.

Vayan a ver los pescos y apreciarán, de aquellos titanes, la herencia que nos dejaron y el bello entorno que los rodea, verde como la esperanza que no debemos perder.