Desde mi sillón que llamo "potro" por sus variados movimientos y a través del ancho mirador encristalado, veo un bello paisaje de la ascendente ladera portuguesa de la que nos separa el Miño, leo, escribo y veo la tele.

Había leído, no ha mucho, una noticia muy escueta sobre la expulsión de una niña del Colegio donde cursaba.

Llegó un nuevo Director y al ir a conocer las aulas de su nuevo destino vio en una de ellas a una niña que, musulmana, llevaba su media cabecita tapada; e incomprensiblemente y violento le ordenó salir del aula y del Colegio.

No lo logró al evitarlo los profesores, los padres que querían conocerle y la aglomeración de personas indignadas que se formó en la puerta que daba a la calle.

Del Director nada más supe y la niña sigue escolarizada en el Centro.

En España convivimos con cuantas religiones hay en ella; no son parte, son una más entre nosotros. En mis tiempos, tan lejanos, por tradición católica, el velo era una marca de las mismas y tapábamos la cabeza al entrar en la Iglesia.

No tardamos muchos en olvidarnos de él y hoy la cubrimos con lo más absurso que copiamos en la "pasarela" que se forma antes de entrar en la Iglesia, por curiosos/as que separados de ella, parecen, los tratan como animalitos cercados por no sé qué.

Gracias por "leerme" y no olviden que el verde es esperanza, que tanto necesitamos, y verde es el más bello trocito de la Patria: nuestra Galicia.