"En el cristianismo, favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación". Este hecho salvífico se pone de manifiesto con el bautismo. Aquí Dios unge a la criatura (es el primer sacramento), la señal de la fe que llevará toda su vida y la instituyó San Juan Bautista. Al igual que un talismán, la cruz (con lo gentil de aquel), es el símbolo del sacrificio por antonomasia. El agua bendita es el vehículo y el vínculo entre el hombre y Dios, que de recorrerlo en las etapas (me refiero a la vida) el humano así bautizado adquiere el estigma de la fe espiritual y el camino para recorrerlo durante su existencia. En el río Jordán Jesucristo fue bautizado por el mismo que lleva su nombre que fue martirizado por una princesa inhumana y caprichosa que ordenó decapitarlo.

El alma, sustancia espiritual e inmortal que nos conduce a la fe, asentamiento a la revelación de Dios propuesta por la Iglesia, y como no el conjunto de creencias de una religión. El arrepentimiento conduce a la gracia siendo quizá la más noble actitud a la que Dios nos lleva; perdonando nuestros pecados (venial, mortal, original, ...) uniendo nuestras sendas para gozar del paraíso, siempre a nuestro alcance.

Está claro que Dios nos ayuda en algún momento, con su presencia o milagro; en un momento determinado para congraciarnos con Él, y no darle tregua al ángel rebelde y a su séquito endemoniado.

La gracia, al igual que los ángeles custodios, nos protegen como si de un niño caprichoso se tratase al que no se le puede consentir todo, traduciéndose en desobeciencia y rebeldía, que los hace proclives al desorden, pasándoles factura.

Darles las gracias por la gracia recibida tan redentora, cuyo premio es el Cielo. Todo está (en su mayoría) inspirado en el respeto y, lo digo como pienso, habrá muchísimos conocimientos que ignoro, suficientes para tener que recurrir a los textos sagrados. "Pequeñas verdades hacen una gran verdad" (anónimo o mío).