Me dirijo a usted, Carlos Labrador Fernández, como vecina suya sorprendida con los comentarios que hace a respecto de un juguete, el monopatín, de sus usuarios y de unas afirmaciones que pone en boca de otras personas que, según me consta, jamás las han pronunciado o, siquiera, pensado.

En primer lugar, según su definición, los usuarios de ese juguete "desprecian las normas básicas de convivencia". Estos ciudadanos que reciben a menudo la visita de la Policía Local mientras juegan, probablemente a causa de llamadas de personas tan vigilantes como usted, son unos chicos de edades comprendidas entre los 14 y 16 años, sobradamente conocidos en su entorno vecinal desde recién nacidos, incluidos sus padres, que desarrollan sus actividades lúdicas y deportivas en la calle en un horario donde otros ruidos como de perros ladrando, correpasillos de niños pequeños, niños riéndose, coches, motos, etc. no molestan a nadie que tenga un comportamiento urbanamente civilizado.

En segundo lugar, usted habla en nombre "de los locales que dan a la plaza". Cuidado con lo que escribe en público bajo su firma, Sr. Labrador, porque he tenido conocimiento de su carta a Faro de Vigo a través de una de las personas que trabajan en esos locales y, demostrando mucha preocupación, me comunicó que nunca había dicho o pensado tal cosa sobre los niños que juegan en Las Palmeras con los monopatines. Por cierto, he comprobado que ha enviado su carta a otros diarios, actitud que demuestra su afán de generar repercusión por una parte del sur de Galicia a un tema de trivial importancia.

En tercer lugar, suelo frecuentar capitales de la Península Ibérica e incluso del otro lado del Atlántico. Recientemente estuve en Barcelona y pude comprobar una vez más que en esa ciudad los monopatines son usados por niños, niñas, hombres y mujeres para realizar los trucos que tanto gustan a sus aficionados o simplemente para sus desplazamientos. No vi a ningún mosso perdiendo tiempo en amonestarlos por "el ruido" o malas caras de los barceloneses hacia ellos.

En Las Palmeras hay muchas irregularidades que, infelizmente, no reciben las mismas atenciones como las que se dedican actualmente a los aficionados de los monopatines. Tal es el caso del mobiliario urbano deteriorado por el paso del tiempo (y no precisamente por el uso de los skates) al que nunca se comunica al Ayuntamiento su mal estado y que acaba dañando a los usuarios, como ocurrió hace poco tiempo con un niño al que se le cayó un trozo de un banco de cemento en el pie y en el que tuvo que intervenir el 061, por dar un solo ejemplo.