Como en una gran reunión familiar se despidió el Papa: unos pudieron estar allí, otros seguimos el acto por TV. Se va libremente, por el bien de la Iglesia. Vio en conciencia que debía hacerlo. Nos consoló saber que seguirá entre nosotros, rezando y escribiendo.

¡Cuánto ha escrito el Papa. Con gran profundidad teológica y filosófica, y un estilo directo y cercano. Nos hizo vibrar con sus tres libros sobre la vida de Cristo, un Dios que nos ha rescatado y quiere hacernos partícipes de la vida divina, porque nos ama.

Benedicto XVI nos ha hecho palpar, como decía una pancarta de la plaza de San Pedro, "la grandeza de un hombre, en la humanidad de un Papa". Su catequesis sobre la fe, sus textos de las audiencias y otros muchos escritos nos recuerdan que la fe debe ser viviva, y que fe y razón deben reecontrarse de nuevo, sin confundirse, por el bien de la humanidad. En el texto sobe el Año de la Fe el Papa hace un llamamiento "a una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y para recuperar el entusiasmo de comunicar la fe".

Aplausos interminables cerraron el acto de la Plaza de San Pedro, como interminable es el amor que Benedicto XVI nos ha demostrado.