Muchos estamos convencidos de que fue un crimen político: el 22 de julio el régimen de los Castro acabó con la vida de Oswaldo Payá, el líder de la disidencia cubana, y de su compañero Harold Cepero, responsable de las juventudes del movimiento MCL que Payá dirigía.

No es creíble la versión oficial del gobierno de la Isla, porque resulta excesivamente improbable que un turismo de alta gama frene en una carretera recta con buena visibilidad, a medio día, y tras recorrer 63 metros patinando de costado termine impactando contra un árbol, y que ese golpe cause la muerte (se supone que instantánea) de los dos ocupantes de los asientos traseros, mientras que a los 2 que iban delante no les pasó prácticamente nada.

Las autoridades castristas no dejaron a los periodistas acercarse al lugar (las fotos del coche aplastado en un lateral y en el techo pudieron ser un montaje, y no muestran ningún árbol cercano), y no permitieron ver los cuerpos de las víctimas ni revisar los informes de las autopsias. La viuda de Payá se quejó de no haber tenido acceso a las pruebas periciales: no le dejaron ver el carro siniestrado ni hablar con los testigos.

La familia y los allegados de Payá exculpan a los activistas políticos europeos implicados en el supuesto accidente, y están convencidos de que Oswaldo murió asesinado; afirman que recibieron de ellos un SMS diciendo que les estaban siguiendo (se supone que otro vehículo) y que les habían golpeado. El conductor del coche, el español Ángel Carromero, fue detenido, y días después hizo una declaración ratificando la versión oficial cubana y negando la presencia de otros autos. Fue condenado a 4 años de cárcel. Hace poco se ha permitido su traslado a España. El sueco Aron Modig, copiloto en el vehículo siniestrado, dijo recordar borrosamente el accidente y que se despertó en el Hospital: es muy raro ese sueño y esa amnesia, ya que no sufrió ningún traumatismo grave. Tras pasar una semana incomunicado, declaró a favor de la versión oficial cubana (para poder salir de Cuba), diciendo, que efectivamente, iban muy deprisa y que chocaron contra el árbol. Pero meses después, en Suecia, dijo que no recordaba nada del accidente porque iba dormido. Es plausible pensar que ambos (Carromero y Modig) fueron drogados, y que después del accidente fueron sometidos a tratamientos médicos y psicológicos, de los que parecen ser especialistas los carceleros cubanos.

Oswaldo Payá, que había recibido el premio Sájarov que concede la Unión Europea por su defensa de los Derechos Humanos y su lucha por la transición pacífica a la democracia, era el líder indiscutible de la disidencia cubana. La policía política de Raúl Castro le tenía continuamente vigilado y le seguía a todas partes. Payá había sido amenazado de muerte bastantes veces, y unas semanas antes una sospechosa furgoneta había embestido su coche provocando otro accidente, del que salió ileso. Si el Gobierno de los Castro no hubiera sido el culpable de las muertes de esos dos disidentes podrían y tendrían que haber dejado muy claro lo que pasó: pero la opacidad fue total, y no permitieron que nadie independiente interviniera en la investigación, sin duda porque no querían que se descubriera la verdad.

Hoy se cumplen 6 meses desde el asesinato de Oswaldo Payá y de Harold Cepero. La ocasión merece nuestra oración, nuestro emotivo recuerdo; y es un buen momento para comprometernos más en la lucha por la justicia y la democracia, en Cuba y en todo el mundo.

*Coordinador UPyD