Me llamo Valentín Tenorio y ésta es mi historia, pero bien puede ser la historia de cualquiera que esté leyendo este relato o que incluso, por casualidad de la vida, estuviese involucrado en ella, entiéndase por médicos, abogados, procuradores, peritos forenses y demás. Aunque pensándolo bien, dudo que a todos ellos les interesen las historias humanas porque todos los que conmigo trataron podrían tener de todo excepto humanidad, ya que si la tuvieran hoy estas palabras no serían necesarias y si lo fuesen serían de agradecimiento y no de reproche: Mi vida, como la del resto de los mortales, era de lo más normal, trabajaba en mi pequeño negocio, tenía mujer e hijos y a mi manera era feliz, porque mi vida estaba llena de pequeños momentos con mi familia y en mi trabajo, que hacían que todo tuviese sentido y que cada día, al levantarme, pudiera dar las gracias a Dios por todo lo que tenía.

Un buen día, alguien que se dice doctor aparece en mi destino para robarme todo aquello que tenía, especialmente la salud. Con buenas palabras y una fuerte dosis de optimismo, me convence para operarme de algo que no me impedía hacer nada que quisiese o que los demás pudiesen hacer. La ilusión de todo lo prometido se vio truncada en pocos días por una vida que, desde entonces, es compartida con dos muletas y muchos dolores. Cuando preguntas ¿por qué?, ¿qué pasó?, ¿cuál fue el fallo?, las respuestas nunca llegan y cuando decides pedir justicia, esta desaparece cual rayo de sol se desvanece por la llegada de la noche y es entonces cuando uno tras otro, como aliados entre ellos, deciden poner fin a mis esperanzas, mi ilusión y por supuesto mi calidad de vida, cerrándome todas las puertas para encontrar una solución. Hoy a todos ellos quiero dedicar las siguientes palabras:

Me operasteis, salió mal y quedé incapacitado, eso es comprensible. Lo que no entiendo es que por no asumir la responsabilidad a tiempo ya no tenga solución.

Cuando os pedí ayuda me maltratasteis verbal y psicológicamente, y de otras cosas os olvidasteis y por ello desestimaron. Por buscar la verdad me condenaron.

Pero aún así no pienso como ellos. Creo en los buenos profesionales, que los hay, y muchos. Sobre todo en el ser humano y en la justicia que les llegará cuando menos se lo esperen.

Un minuto de reflexión para aquellos que perdieron la fe en la justicia, el ser humano y sus valores. Las consecuencias las pagan los inocentes, que son víctimas de un corporativismo mal interpretado, o un amiguismo mal entendido. Y otros por el egoísmo de tener más materialismo aceptan no ver ni oír, callan e incluso mienten.

Yo sufro las consecuencias pero no hay ningún responsable. ¿Es esto justicia?