Supongo que les da igual lo que digamos. Que penetra con más facilidad el acero en la carne de un toro que el rechazo a la violencia en su moral encallecida. Señores políticos de Tordesillas y de la Junta de Castilla y León, ¿de qué pasta están hechos? ¿De verdad no les conmueve ese toro perseguido, acorralado, asustado, herido y asesinado en nombre de una tradición portadora de un salvajismo primitivo?

Sí, ya sé que es negocio y tal vez unos cuantos votos. Pero, ¿son esos motivos suficientes para otorgar carta de dignidad al ensañamiento con un ser vivo? Cada euro, cada papeleta conseguida por esa razón –y dudo que sean muchas– lleva impresa con sangre la vergüenza de descubrirle a nuestros hijos que la tortura puede ser admitida como excepción. El código penal la prohibe con animales pero establece salvedades como el Toro de la Vega. Martirizar es martirizar siempre. Hacérselo a un toro en fiestas no le resta crueldad al acto.

¿Saben lo que más me indigna? Que ustedes son conscientes de que no tardando mucho esta terrible práctica será erradicada por ley. Así ha ocurrido con otras aberraciones similares en España y esa es la tendencia. ¿A qué esperan entonces para ponerle fin? Empecemos a contar cada segundo martes de septiembre como uno más desde que se abolió semejante atrocidad. Ya está bien de toros atravesados por lanzas. El progreso no consiste en eso y como gestores al servicio de los ciudadanos que son deberían de estar de acuerdo. Y si lo saben, si no disfrutan con la agonía y las hemorragias de ese pobre animal, entonces sean valientes y actúen en consecuencia. Pero háganlo ya.