El aborto mata, destruye y hunde a las personas que lo cometen o apoyan y tarde o temprano pasa factura.

¡Mienten aquellos que afirman lo contrario! Una mujer que aborta se condena a la desidia, a la desesperación, al dolor escondido... Que toda mujer que vaya a cometer un aborto sepa que ese acto no desaparecerá nunca del equipaje de su vida y que deberá cargarlo disimulado entre los placeres del mundo. Algunas incluso recurrirán a torpes brumas absurdas, como las drogas, el alcohol o los amantes.

Tales remedios serán siempre ineficaces para paliar los recuerdos de un acto abominable que hubiera podido tener una solución: la de la "adopción".

Es el testimonio de Anne Sophie, una mujer norteamericana que, a los quince años de edad, se sometió a un aborto porque los adultos que la rodeaban pensaban que el bebé sobraba en el mundo; y que tras atroces sufrimientos, años más tarde encontró finalmente el perdón. El relato desgarrador de su vida acaba de ser publicado de la mano de María Vallejo-Nájera, en una obra "Mala Tierra", que toda mujer debería leer