de la humanidad. Un aciago día quebró el sello y abrió la caja, escapando una multitud de plagas para atormentar a los hombres.

El día 29 julio leo en éste periódico una noticia que me hizo acordarme de Pandora y su maldita caja: "El Estado gastó dos veces más de lo que ingresó en el primer semestre del año. El déficit público se duplicó en un mes y alcanza ya los 38.600 millones."

En esta noticia se explica que la mitad del déficit corresponde a las medidas anticrisis emprendidas por el gobierno y la otra mitad a una menor recaudación derivada de la actual situación económica.

Si bien algunas de las medidas tomadas por el gobierno pueden mitigar la crisis, y ayudar a la reactivación económica, mi mayor preocupación es que de la caja estatal salga una hipoteca que tardemos décadas en amortizar, hipotecando las futuras generaciones en la amortización de unas deudas con las que enmendar los desaguisados de la generación de sus progenitores.

Sin embargo, y al igual que en la caja de Pandora quedó dentro la esperanza, mantengo la fe en que la caja pública no es la caja de Pandora, y que el dinero no sale de ella para hacer un torniquete en una herida que se volverá a abrir en cuanto este se retire.

Espero, por tanto, que los fondos públicos no se usen como torniquetes, y que se apliquen en la preparación del tan anunciado nuevo modelo productivo, modelo que si bien necesitará el apoyo de los bancos, no debería depender tanto de ellos.