¡Gracias a las autoridades municipales (primeras, segundas y terceras) y a la Comisión de Fiestas de San Telmo!

Gracias por las horas de insomnio, por los desvelos y por la mala leche que me hicieron (y hacen) pasar los artilugios ruidosos que perforan sin compasión los tímpanos, por su estruendo incontrolado.

Vivo en la zona de la explanada trasera del Área Panorámica, donde está ubicada la mayoría de las atracciones altoparlantes. Mi vivienda tiene doble acristalamiento, pero ni con ésas.

Es imposible soportar, sin ponerse mal de los nervios, tanta mierda sonora en horario vespertino y hasta “altas horas de la madrugada”. Por si fuera poco, ciertos días, las charangas aporreando los tambores hasta las tantas y cohetes al día siguiente a las nueve de la mañana para despertar al personal que hubiera conseguido, por agotamiento físico, quedarse traspuesto de madrugada.

La Policía Local, poco caso. Sólo una vez (entre muchas llamadas) atendieron mis quejas; vinieron con un sonómetro (o decibelímetro, o como se llame eso), comprobaron el exceso de nivel acústico y mandaron bajarlo. El resto de las veces ni se molestaron.

Esto es un abuso manifiesto contra la ciudadanía, consentido por las autoridades municipales. Aquí la normativa acústica se pasa por el forro, sin más.

¿Sería mucho pedir que hubiese sólo una música ambiental, moderada, en el recinto sin permitir que cada atracción compita con las vecinas a ver quién tiene más watios en los altavoces y quién tiene el “locutor” más chillón que sobresalga por encima de sus colegas; sin importarles un bledo el sufrimiento de los vecinos que tienen que aguantar a todos por narices, por desidia e ineficacia de quienes deberían velar por el orden?

Bien están las fiestas, pero aquí la matraca dura un mes, con indefensión ciudadana. Invito al Sr. Alcalde (y Cía), junto con un notario, a que disfruten las fiestas en mi casa como invitados, para que las vivan “in situ”. Gracias.