Algunos hemos criticado en esta sección la amenaza que ha lanzado el sindicato CIG de convocar una huelga general en la enseñanza si Feijóo deroga el famoso Decreto, de imposición del gallego, como prometió en campaña. La señora L. C. E. entra en polémica con una carta titulada: “Mobilizarse polo galego”, que considero contiene muchos errores que precisan ser comentados.

CIG no acude “na defensa dun ensino digno para todas as familias galegas”, como ella dice. Esto no tiene que ver con la dignidad, salvo que se considere indigno que la enseñanza se imparta en la lengua materna de los niños. No es difícil entender que ese sindicato, que defiende el derecho a la autodeterminación nacionalista, lo que quiere es que se siga imponiendo el gallego, y no le importa si para lograr sus objetivos perjudica a muchos niños y familias gallegas.

Dice que los que critican la imposición del gallego “non queren que os seus fillos estudien o idioma do país ao que viñeron a vivir”. Muy equivocada está: sí que queremos que estudien gallego (y que lo hablen y lo usen cuando quieran, como hacemos nosotros), y seguimos viviendo en el mismo país, que es España.

Si Galicia fuera un País independiente y/o el castellano no fuera lengua oficial, no estaríamos discutiendo sobre esto. Además, la gran mayoría de los más de cien mil gallegos que han pedido por escrito a la Xunta la derogación del Decreto son naturales de Galicia.

Nos tacha de xenófobos y dice que despreciamos todo lo gallego. Está muy confundida. Gallego es el que nace o el que vive en Galicia. Yo soy gallego porque vivo aquí desde hace más de 26 años, y quien piense que al querer que mis hijas, viguesas de nacimiento, reciban la enseñanza en castellano odio a Galicia, su cultura o su lengua autóctona, está radicalmente equivocado. Xenófobo es odiar lo que viene de fuera, lo extranjero, y si hubiera algún gallego que odiara el gallego (lo cual no he visto nunca), no sería xenófobo sino imbécil. En cambio, la autora de la carta que comento si que cae en la xenofobia al criticar algunas opiniones por el hecho de que las raíces y apellidos de los gallegos que las hacen sean de fuera de Galicia.

Dice también, refiriéndose a lo que yo había escrito, que no podemos decir a un sindicato “cando ten que facer e cando non folgas”. No me ha entendido bien. Respeto el derecho a la huelga, reconocido en la Constitución (art. 28) “para la defensa de los intereses de los trabajadores”. Pero no puede ser propio de un sindicato la decisión sobre el uso de las lenguas en la enseñanza, sino que eso corresponde a los legisladores elegidos por el pueblo. Por eso afirmo que amenazar con esa huelga es un acto político irresponsable y antidemocrático, desproporcionado y que sólo lograría aumentar la manía que le están cogiendo algunos al gallego por la imposición.

Por último, manipula las cuentas que hace sobre un supuesto referéndum sobre el Decreto en las últimas elecciones, pues sumando a los votos del PP los de la cuarta fuerza más votada en Galicia, UPyD, que está claramente a favor de la libertad para usar el castellano, resultan muchos más que los del Bipartito que defendía aumentar todavía más la imposición. En cualquier caso, el resultado es 38 a 37, y no somos “catro fanáticos”, sino mayoría los gallegos que queremos lo mejor para Galicia de una forma distinta a la que pretende en este tema el Bloque, o la CIG, o la señora L.C.E.: deberían aprender a aceptarlo.