Recientemente ha habido varias cartas atacando a la Iglesia como a enemigo a exterminar. Y ¿por qué? Sencillamente por defender la vida en vez de la muerte.

Dicen que la Iglesia no es coherente respecto al aborto, pero si llevamos siglos sabiendo que el quinto mandamiento de las tablas de Moisés: “No matarás”. Por supuesto que se han cometido muchas burradas a lo largo de los siglos pero aclaremos que no sólo en la Iglesia. ¿Qué necesidad hay de calumniar y manipular la verdad? Debe existir mala conciencia y claro, la verdad siempre duele. Se nos tacha de fundamentalistas a los que intentamos seguir la cultura cristiana tradicional, heredada y vivida por nuestros mayores. Intentan borrar a Dios de nuestras vidas -sea como sea- .

Todo está permitido, incluso los más de 100.000 niños no nacidos. “¡Viva el aborto libre a los 15 o a los 16, con permiso de sus padres o sin él, que más da, si todo da igual!”

Hay que ver lo sensibles que son ante la defensa de la foca polar, el lince, la avutarda o el urogallo y llaman demagogia barata al hecho de defender al ser humano desde el primer instante de su concepción. Pues por mucha ley de interrupción voluntaria o libre... libre de qué? Ganen lo que ganen las clínicas abortivas, digan lo que digan y se pongan como se pongan no todo es igual, es una violación de los derechos del niño, que por cierto si muere lo llaman “feto” y si lo dejan crecer lo llaman “bebé”. Habría que apoyar económica y socialmente a la mujer que espera un hijo, ahí está la verdadera ayuda y justicia social.

En cuanto a la repetida frase “yo respeto a todo el mundo y que cada uno haga lo que quiera” no deja de ser otra incoherencia. ¿Quién respeta entonces al ser único y más indefenso? ¿No merece respeto? ¡Cuánta deshumanización y cuánta necesidad de recordar nuestro origen cristiano!.