No es el loro político un loro cualquiera. Ni moco de pavo el presupuesto del llamado chocolate del loro: gasto de gestión personal; como tampoco son comunes el selecto paladar y gusto por lo exclusivo de tan encumbrada especie. Las fabulosas cantidades de dinero que maneja esta clase pagada de sí misma y éticamente desestructurada,les sirven de coartada para considerar minucias, en términos porcentuales, las partidas millonarias para gastos personales, que costeamos los sufridos contribuyentes, y que derrochan en celebraciones, reuniones y atenciones protocolarias. Sumándome al fuego cruzado del destape de dispendios personales abierto en este arranque de precampaña a las elecciones autonómicas,pero en calidad de franco tirador del pueblo, descorreré un transparente visillo de comedor. Hace poco, una dama, y cohorte del parlamento gallego, cuyo homólogo en el parlamento catalán es el “tuneante” Ernest Benach,hizo escala en Tui para comer.Una vez en el restaurante, esta dama, que dentro de unos meses repartirá abrazos con cualquiera con derecho a voto, solicitó de inmediato un biombo para separarse de los demás comensales, la mayoría consumidores habituales del menú del día. Carta en mano, la mirada de dicha señora se centró al instante en las ofertas más caras: angulas y marisco. Al rato desfilaron solemnemente bandejas con dichos manjares, eso sí, convenientemente tapadas con paños para no herir sensibilidades. Naturalmente, como corresponde a personas de categoría, nadie reparó en el importe de la factura.Tampoco era cosa de esforzar la vista si la Visa no se iba a resentir. La ciudadanía, que no pierde detalle, valora no sólo la delicadeza mostrada en las formas y modos y el particular sentido de combatir la crisis con el consumo generoso,sino también el demostrado afán de ejercer el cargo con provecho.