Torquemada es una figura con una sombra alargada y oscura que supera con creces la realidad histórica. Se ocupó de la regulación de los procesos inquisitoriales.

El procedimiento se iniciaba con la "delación" y se seguía con la amonestación al delatado, por tres veces consecutivas, para que dijese la verdad, y acto seguido el fiscal presentaba su escrito de acusaciones. El reo empezaba a recibir la asistencia de un letrado de oficio y se le comunicaban los cargos. Respondía el reo a la acusaciones y el defensor y el fiscal concluían con sus alegatos a favor y en contra. Si quedaba demostrada su inocencia se le absolvía, si confesaba era "reconciliado" y se le imponían las penas pertinentes.

El juez Garzón, en su endiosamiento, pretender llevar a cabo un juicio post-morten cuya sentencia "soberana" emitida por él, no podrá ser recurrida ni, previamente, ejercido el derecho a la defensa ni cualquier otro derecho de los que asisten a un acusado, porque está muerto.

Después de la persecución de los conversos promovida por Torquemada, otros 48 inquisidores que le siguieron durante más de 3 siglos, ampliaron progresivamente los delitos que caían bajo la jurisdicción inquisitorial. El camino ya estaba abierto y se pasó en el siglo XVI a la persecución de los moriscos, brujas, hechiceros y homosexuales; después protestantes y ya en el siglo XVIII de masones y librepensadores.

Tiembla pues, Torquemada; temblad todos: Nerón, Calígula, Atila, Gengis Kan, Robespierre, Hitler, Mussolini, Stalin, Lenin, Mao, Pol Pot, Idi Amin, Mugave, Ceaucescu, Fidel Castro (por cierto, éste está vivo) y un largo etc., etc.

El Gran Inquisidor del Siglo XXI os sacará de vuestro nichos para acusaron de los delitos que cometisteis en vida sin que tengáis derecho a defenderos, y después de su omnímoda sentencia y una vez satisfecho su ego, podréis volver a descansar a vuestras tumbas... por el momento. ¡Qué locura