Hay que reconocer que vivimos tiempos desconcertantes. Por una parte, la jerarquía católica española (también la gallega ) abomina de una ley, Educación para la Ciudadanía, porque impone valores morales, invadiendo terrenos que sólo pertenecen a los padres, y, por otro lado, el Papa, en la reciente visita de despedida que le hizo el presidente estadounidense, le agradeció -cito textualmente- su compromiso con los valores morales fundamentales.

Sería muy conveniente que algún portavoz de la Santa Sede o de nuestros obispos nos aclarara, a los que estamos algo confusos, de qué valores morales fundamentales estamos hablando, pues parece un poco fuerte que a un político como el señor Bush, promotor de una guerra como la de Irak (por cierto, condenada por el antecesor de Benedicto XVI), e inventor de limbos jurídicos como Guantánamo, se le pueda agradecer compromiso alguno con valores morales.

Y es que, quizás, el Sumo Pontífice esté refiriéndose a otros valores morales, que adornan la conducta del presidente y que, al parecer, nada tienen que ver con la invasión de Irak y el desprecio manifiesto por los derechos humanos.

Esperemos que pronto podamos salir de dudas y nada me agradaría más que coincidir con la opinión de Su Santidad sobre la moralidad intachable del señor Bush.