Soy salmantino y llevo en Galicia catorce años, no he tenido nunca ningún problema para comunicarme con la gente. Hablo castellano porque es el único idioma que conozco, entiendo el gallego la mayoría de las veces, salvo algunas palabras que en muchas ocasiones los propios gallegos desconocen.

Creo que en Galicia se llevan bien ambas lenguas aunque, de un tiempo a esta parte y desde que el Bloque Nacionalista Galego forma parte del gobierno con una representación del 15% de los gallegos, intenta forzar al resto de la población con una política acomplejada de síndrome de inferioridad, imponiendo y forzando la utilización en exclusiva de sólo una lengua, es como si a partir de mañana sólo pudiésemos oficialmente utilizar la mano izquierda porque unos políticos mediocres para mantener el puesto se dejan utilizar por otros políticos anclados en un neocolonialismo trasnochado en pleno siglo XXI, cuando apenas existen fronteras. No tengo nada en contra del gallego. Mi mujer es gallega y mi hija nació aquí, amo a Galicia y tengo grandes amigos gallegos. No entiendo esa imposición del idioma en la enseñanza ni comparto el silencio de los colegios y el profesorado, tampoco entiendo la pasividad de los padres de la inmensa mayoría de alumnos a los que no les gusta lo que está pasando en la enseñanza y por supuesto tampoco entiendo a los políticos que ahora están en la oposición y que ante esta situación no quieren o no saben en qué lado ponerse para hacerse la foto.

Entiendo que estamos en Galicia y que formamos parte de un país que se llama España que es miembro de la Unión Europea. Siempre he pensado que haciéndole la vida fácil a los demás aunque no piensen como tú, es una muestra de madurez y que ayuda a la convivencia pacífica y que para cuatro días que vivimos debemos de intentar ser felices sin querer convertirnos en salvapatrias de nada, pues la sociedad es la que debe marcar el camino y los ritmos.

Cuando en España en general y en Galicia en particular, dispongamos de una clase política de calidad, ya será tarde para arreglar ciertos asuntos como el que me ha obligado a escribir esta carta.

A no ser que la mayoría de los que vivimos en Galicia, sintiéndonos más o menos gallegos, queramos parecernos a los catalanes, y que se obligue al comercio a rotular los nombres en gallego y se utilice dinero público para subvencionar la publicidad en gallego y que se valore más a los médicos que quieran trabajar en Galicia para falar galego, que por su profesionalidad, en fin ir hacia atrás mientras la sociedad pasiva sigue muda.