Esta huelga que estamos padeciendo de los camioneros, debiera marcar el final de una época con una economía de mercado ultra liberal (sin reglas). Hacemos votos para que nazca una nueva sociedad de mayor equilibrio.

La reivindicación principal que demandan, es que se les garantice un precio mínimo en el transporte de mercancías, que cubra los gastos del camión y un beneficio mínimo de subsistencia. Parece una petición razonable.

Pero pronto escuchamos las voces de los que dicen que el gobierno no puede entrar en esta regulación, porque quiebra el principio de libre competencia. Pero este principio, aplicado de esta forma sin ningún freno, vemos que ha creado un mundo que no funciona ni medianamente bien. La libre competencia que impera actualmente ha hecho que las diferencias sociales entre arriba y abajo sean cada vez más escandalosas y deshonestas.

No puede haber libre competencia real, si no establecemos unos límites mínimos entre un capitalismo fuerte y unos autónomos débiles, muchos en precario, que para trabajar han de aceptar unas tarifas que les impone un capital que sólo persigue el máximo beneficio.

Los gobiernos tendrán que empezar a regular mediante fórmulas los mínimos que deben recibir los transportistas, los pescadores por sus capturas, los agricultores, etc., etc., y los porcentajes máximos que puedan aplicar las grandes empresas intermediarias que comercializan los productos básicos: las frutas, verduras, carnes, pescados, etc. También los máximos de ciertos sueldos o indemnizaciones súper millonarias en euros, que algunas empresas blindan a algunos privilegiados.

La libre competencia dentro de un orden hará un mundo equilibrado, más justo, más libre, en paz y, en definitiva, más feliz.