La conciencia del deber amplía la tolerancia para mantener un espacio de convivencia pacífica; más aún cuando hay que coexistir con diversas creencias y costumbres sin obstaculizar a los demás más que por la libre y sana discusión, claro, que no es fácil; pero es necesario. Hoy más que nunca, aunque en nombre del diálogo y del consenso se corre el peligro de la hipocresía, o sea, un mal negocio, ya que no hay ninguna convicción que nos aspire a ser compartida y propaganda.

Claro que si no se adoptan aptitudes fanáticas, la religión, cualquiera que sea, no puede evitar invitar a la conversión a aquel a quien se dirige, ya que era una religión que no evangelice, desaparece; aunque el espacio de poder de cada grupo religioso, crea, a menudo, conflictos, por el deseo de dominio o predominio.

Afortunadamente, vivimos en un estado de derecho no confesional, que permite establecer la distancia que mantiene cada uno respetando el interés de todos, esto no ocurre en otras partes, donde sólo el Islam tiene derecho de ciudadanía, y las otras religiones no; pero aquí a los islamistas se les permitir hacer proselitismo, lo que ellos niegan al cristianismo en sus países, y habría que decirles bien claro que no se puede negar a nadie el derecho a expandirse, sino erigir a todos que respeten la libertad de cada uno y honren la ley y el derecho.

El que las iglesias estén llenas y las mezquitas también, no es un problema, el problema será encauzar ese flujo para que nadie atropelle a los otros porque sea más fuerte o porque quiera emprender una guerra santa o una cruzada para eliminar a los otros