Entre las múltiples potencialidades de la lengua castellana está la de ser capaz de resumir, en muy pocas palabras, la sensación anímica causada, por ejemplo, por una columna como la que firma en su diario el señor Alvite acerca de la paridad de géneros (o algo por el estilo): "De mear y no echar gota".

Aunque según el autor de texto tan preclaro estaríamos viviendo "...en un país en el que se defiende con tanto celo la paridad de hombres y mujeres en el reparto de las funciones públicas y en el que se pretende, incluso, que sea igualitaria la atribución de puestos a uno y otro sexo en los consejos de administración de las empresas privadas", defender no es sinónimo de lograr. El consuelo moral que a no dudar siente el articulista, y que sin duda le sirve de justificación para la mayor parte de barbaridades que afirma a continuación, no alcanza a quienes, como yo, constatamos lo despacio que se avanza en la representación paritaria, por ejemplo, en los Ayuntamientos o, por qué no, "incluso" en los Consejos de redacción de los medios de comunicación.

El símil de la baraja española no ayuda al columnista en la noble tarea de demostrar que las feministas somos unas locas de atar dispuestas incluso a quemar películas "de hombres". Más bien diría yo que tanta obcecación en un ejemplo insensato acabará por conducirlo, bien a la melancolía loyoliana, bien al diván de un buen siquiatra, hombre o mujer, capaz de ayudarle a comprender lo que se esconde detrás de tanta imaginería equina. Y es que el señor Alvite se equivoca al centrar el asunto en el sexo cuando se trata de género, de ahí que, a fuerza de mezclar churras con merinas, se le vaya el oremus detrás de gays y travestidos, y tenga, para rematar la jugada, que recurrir a las fuerzas antidisturbios.

En cuanto a los urinarios, ándese con ojo el periodista, porque ese mundo ha evolucionado más rápido que el de la enfermería, en el que, a pesar de la indudable mayoría femenina, el presidente del sindicato mayoritario es... un hombre. Pero hablábamos de urinarios, y hete aquí que, lejos de incrementarse los ya tradicionales "Señores" y "Señoras" con nuevas modalidades "ad hoc", como él mismo sugiere, lo que se está imponiendo en la mayoría de los nuevos locales son los servicios unisex, que, siempre que estén limpios, son mucho más originales.

Me preocupa su reflexión acerca de "las posibilidades que abre el delirio igualitario en detrimento de que decidan las cualidades personales". No puedo por menos de pensar en las mujeres que conozco, y en cuántas, o en qué pocas, ocupan un puesto acorde con su valía. Un artículo tan extenso, y el periodista es incapaz de explicar por qué, en el caso de los hombres, como el valor en la mili, la "valía" se da por supuesta, mientras que en el de las mujeres, no sólo se exige sino que, además, se cuestiona. Lo que, a mi modo de ver, explicaría que sigamos estando peor retribuidas, además de infrarrepresentadas en los puestos de decisión, y que continuemos ocupándonos no sólo del trabajo, sino también de la casa, la familia, los ancianos y los enfermos, realizando una doble o triple jornada que no hay cuerpo que la soporte ni dinero que la pueda pagar.

Por terminar con una nota de humor, no sé si referirme a las vagas alusiones a la censura bajo el franquismo o a ese amigo del redactor que puso de disculpa, para un cambio de sexo, sus pocas ganas de hacer la mili... En cualquier caso, nunca dejará de asombrarme la paciencia y la discreción de las mujeres gallegas, muchas de las cuales han vivido toda una vida al lado de hombres como el que firma la crónica que nos ocupa,y que nos reclama, en aras de la paridad, nuestra cuota parte de muertos sobre la mesa: la mitad de los fallecidos en combate, o en las minas de carbón, o en la pesca de altura. La mitad no, todos los hemos puesto nosotras, que los hemos parido, y como madres hemos tenido que llorarlos, sin haber podido, como mujeres, tomar decisión alguna para mejorar su suerte.

Disfrute el periodista de una agradable velada televisiva, y no deje de ver la excelente película, hermana de la que menciona en su artículo, "Los siete samuráis". Descubrirá cómo las personas y las cosas pueden ser iguales y distintas a la vez. Y quizá le ayudará a comprender que en este mundo hay sitio para todos/as. Incluidas las feministas.