Dicen que la música amansa a las fieras y las calles de Barcelona confirmaron el dicho. Un hombre paseaba a su perro por la ciudad condal cuando el animal decidió hacer un alto en el camino para disfrutar de las canciones de un músico callejero. El dueño le indicaba que había que continuar con la ruta, pero el perro se negaba y se tumbaba en el suelo a modo de rechazo. Incluso fue acariciado por varios viandantes y ni se inmutaba. Una vez el músico finalizó su pieza, el animal volvió a incorporarse y continuó con el paseo.